El proyecto combina neurociencia, informática y robótica
Buenos Aires-(nomyc)-Sin manos en un teclado ni controles remotos, solo una persona sentada, conectada a una computadora mediante electrodos en su cabeza, que respira hondo, se relaja… y un auto de juguete avanza. Aunque parezca ciencia ficción, hay que sacarle la palabra “ficción”, es NeuroRacing, un desarrollo del Laboratorio del Sueño y la Memoria del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) que combina neurociencia, informática, robótica y logra que un vehículo se mueva solo gracias a señales cerebrales.
Este proyecto, que recuerda a obras de ciencia ficción ambientadas en el futuro, fue desarrollado por Yohann Corfdir, ingeniero informático especializado en ciencia de datos y becario doctoral del ITBA y su trabajo investiga cómo traducir la actividad cerebral humana y de manera particular, las “ondas cerebrales” que se producen en estado de meditación o relajación, en comandos que una máquina pueda interpretar.
Mover un auto con la mente: Sí, es posible y la clave está en cómo se capta y se interpreta la actividad del cerebro, para lo que el sistema diseñado por Corfdir, utiliza sensores de electroencefalografía colocados en puntos estratégicos de la cabeza: dos en la parte posterior, uno en la frente y otro detrás de la oreja, para detectar las ondas cerebrales en tiempo real y envíar la información a una computadora.
“El sistema no funciona a partir de una orden consciente como ‘quiero que el auto se mueva’, sino que detecta cuando la persona alcanza un estado de relajación profunda. Si el cerebro está lo suficientemente tranquilo, el auto avanza. Si no, se queda quieto”, explicó Corfdir.
El sistema se basa en un cambio fisiológico medible, ya que cada cuatro segundos, la computadora analiza los datos recibidos y si encuentra los patrones cerebrales necesarios, calibrados previamente según cada usuario, envía una señal vía WiFi a un microcontrolador Arduino que pone en movimiento el autito y el estado mental cambia, por ejemplo, si la persona se distrae o se emociona, el auto se detiene.
Una experiencia que desafía al usuario: más allá del desarrollo técnico, la experiencia de usar NeuroRacing pone a prueba el autocontrol mental ya que “lo más difícil no es hacer que el sistema funcione, sino mantener el estado mental correcto” explicó Yohann.
“Cuando ves que el auto empieza a moverse, te emocionás... y justamente esa emoción rompe el estado de calma. Entonces se frena”, agregó.
Aunque parece una herramienta sofisticada para expertos en meditación, el proyecto fue diseñado con una idea inclusiva: acercar la ciencia a todo tipo de personas ya que según Corfdir “queríamos que lo pudieran probar chicos, grandes, gente que nunca medita. Cualquiera puede lograrlo con un poco de paciencia” y el sistema está calibrado para responder a señales cerebrales alcanzables sin entrenamiento avanzado.
Del laboratorio al mundo real: el vehículo que se utiliza es un robot pequeño, ideal para pruebas controladas en el laboratorio, sin embargo, el objetivo final no es crear autos más grandes o robots que se muevan con la mente, por lo que el verdadero valor del proyecto está en lo que demuestra: que es posible establecer una comunicación directa entre la actividad cerebral y dispositivos externos.
Aunque mover un auto con la mente suena como un truco espectacular (de hecho, lo es) las posibles aplicaciones de esta tecnología son mucho más amplias por lo que “este es solo un primer paso para explorar cómo conectar el cerebro con las máquinas”, expresó el ingeniero informático.
La posibilidad de mover un brazo robótico a partir de la actividad cerebral, también sería factible sobre lo que Corfidr explica “no se trata solo de dar órdenes conscientes, sino de aprovechar estados cerebrales para interactuar con dispositivos”.
Para Corfdir, el desarrollo del proyecto también fue un desafío personal. “Cuando me hablaron por primera vez de la idea, me dio muchísima emoción. Pero también pensaba: ¿cómo vamos a lograr que realmente funcione?”.
Durante semanas, se probaron los sensores en sí mismo, se ajustó el código, se repitieron pruebas y “la primera vez que logré hacerlo avanzar, fue increíble. Pero también difícil: cuando uno ve que el auto se mueve, se emociona, y la emoción te saca del estado de meditación. Entonces el auto se detiene. Es un ejercicio de control mental constante”, concluyó el joven.
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